La batalla de Reims, también llamada batalla de Durocortorum, se libró en el año 356 entre el ejército romano de occidente dirigido por el emperador romano Juliano el Apóstata y los pueblos germanos. Los germanos resultaron victoriosos.
Y después de permanecer allí [ Troyes (Augustobona Tricassium)] un corto tiempo, por consideración a estos cansados soldados, sintió que no debía retrasarse, y se dirigió a la ciudad de Reims (Durocortōrum). Allí había ordenado a todo el ejército que se reuniera con provisiones durante un mes y que esperaran su llegada; el lugar estaba comandado por el sucesor de Ursicino, Marcelo, y el propio Ursicino fue ordenado a servir en la misma región hasta el final de la campaña. En consecuencia, tras la expresión de muchas opiniones diversas, se acordó atacar a la horda alamana por medio de los diez cantones (Dieuze) con filas cerradas; y los soldados siguieron en esa dirección con una rapidez inusual. Y como el día estaba nublado y cubierto, de modo que ni siquiera se podían ver los objetos cercanos, el enemigo, ayudado por su conocimiento del país, dio la vuelta por un cruce de caminos y atacó a las dos legiones que formaban la retaguardia del ejército de César. Y casi los habrían aniquilado, si los gritos que levantaron de repente no hubiesen hecho subir los refuerzos de nuestros aliados. Entonces y después, pensando que no podría cruzar ni los caminos ni los ríos sin emboscadas, Julián fue cauteloso y vacilante,[1]
Después de esto, Juliano siguió luchando y ganó la Batalla de Brumath (Brocomagus).