Se da el nombre de bendición episcopal, especialmente, a la bendición solemne que acostumbran dar los obispos al fin de la misa, vísperas, maitines y otros oficios sagrados, en la forma prescrita por el ceremonial, entonando en alta voz los versículos: Sit nomen Domini benedictum.—Adjutorium nostrum in nomine Domini y vueltos al pueblo con mitra y báculo las palabras: Benedicat vos omnipotens Deus, Pater, et Filius et Spiritus Sanctus, haciendo al tiempo de pronunciarlas tres signos de la cruz, uno a la derecha, otro al medio y el tercero hacia la izquierda.
Además de esta bendición solemne, los obispos bendicen al pueblo que se encuentra en su tránsito, no solo cuando se presentan en público vestidos pontificalmente, sino también siempre que se presentan sin ceremonia con su vestido común y ordinario, como expresamente lo previene el ceremonial. La antigüedad de esta costumbre la comprueba una prescripción del concilio de Rávena, celebrado en 1314, en que se manda tocar las campanas cuando el obispo atraviesa una ciudad o villa, para que advertido el pueblo pueda salir y ponerse de rodillas para recibir la bendición.
Texto en español
Llegado el momento, al acabar la misa o la acción litúrgica correspondiente, el Obispo recibe la mitra y saluda diciendo:
V. El Señor esté con vosotros.
Y el pueblo responde:
R. Y con tu espíritu.
Entonces el pueblo dialoga con el pueblo del siguiente modo:
V. Bendito sea el nombre del Señor.
R. Ahora y por todos los siglos.
V. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
R. Que hizo el cielo y la tierra.
Y concluye, tomando el báculo y diciendo mientras hace la señal de la cruz tres veces:
V. Y la bendición de Dios todopoderoso,
Pa + dre, Hi + jo, y Espíritu + Santo
descienda sobre vosotros.
R. Amén.[1]
Referencias
- ↑ Congregación para el Culto Divino, (compilado por LiturgiaPapal.org) (1988). «Bendiciones que da el Obispo». Ceremonial de los Obispos. Consultado el 10 de marzo de 2024.
Diccionario teológico, canónico, jurídico, litúrgico, bíblico, etc., Justo Donoso, 1855