El Edo bakufu (江戸時代? del japonés: shogunato) o período Edo (江戸時代 Edo-jidai?, Yeddo-jidai; japonés: época), también conocido como período Tokugawa (徳川時代 Tokugawa-jidai?), o sogunato Tokugawa (gobierno del sogún Tokugawa) o era de la paz ininterrumpida (1603-1868), es una división de la historia de Japón que se extiende desde el 24 de marzo de 1603 hasta el 3 de mayo de 1868.
El periodo delimita el gobierno del Shogunato Tokugawa o Edo, que estableció oficialmente en 1603 el primer shōgun Tokugawa, Tokugawa Ieyasu. El periodo Edo terminó en 1868 con la restauración del gobierno imperial por parte del decimoquinto y último shōgun, Tokugawa Yoshinobu. El fin del periodo Edo marcó también el comienzo del período imperial.
Gobierno del shōgun y los daimyō
Ieyasu Tokugawa, el principal beneficiado de los logros de Oda Nobunaga y de Hideyoshi Toyotomi, era un daimyō sumamente poderoso de la rica región de Kantō. Poseía tierras que producían dos millones y medio de koku; posteriormente se estableció en Edo (hoy Tokio) y añadió a sus posesiones nuevas tierras que generaban otros dos millones. Después de la muerte de Hideyoshi, se apresuró a mantener el control sobre la familia Toyotomi.
La victoria del ejército de Ieyasu sobre los daimyō del Oeste en la batalla de Sekigahara en el año 1600 le dio el dominio casi total sobre Japón. Después de consolidar su poder mediante la eliminación de sus enemigos y el estricto control sobre otros daimyo, Ieyasu cedió a su hijo Tokugawa Hidetada el título de shōgun y se nombró a sí mismo shōgun retirado en 1605. Los Toyotomi aún eran una amenaza para su causa, por lo que dedicó toda una década a erradicarlos. En 1615 la fortaleza de los Toyotomi en Osaka fue destruida por el ejército de Tokugawa.
El período Edo trajo a Japón doscientos cincuenta años de estabilidad. El sistema político evolucionó a lo que los especialistas llaman bakuhan, combinación de los términos bakufu y han, para describir el gobierno característico del periodo. En el bakuhan el shōgun gozaba de la autoridad nacional mientras que los daimyō ostentaban la regional. La burocracia aumentó durante este periodo con el afán de administrar la combinación de gobierno centralizado y descentralizado. Los Tokugawa afianzaron su poder durante el primer siglo de su gobierno: la distribución de la tierra les proporcionaba cerca de siete millones de koku y el control sobre las ciudades más importantes.
La jerarquía feudal se completó con las distintas clases de daimyō. Los más cercanos a los Tokugawa eran los shinpan o casas relacionadas. Existían en esta época veintitrés daimyō en las fronteras de las tierras pertenecientes a los Tokugawa, los cuales estaban directamente relacionados con Ieyasu. La segunda posición en la jerarquía la constituían los fudai, los cuales habían sido recompensados con tierras cercanas a los dominios de los Tokugawa por sus leales servicios. Durante el siglo XVIII 145 los fudai controlaban pequeños territorios, de los que el de mayor importancia contaba tan solo con 250 000 koku. Por último, 97 han formaban el tercer grupo, el de los tozama, los cuales eran principalmente viejos enemigos o nuevos aliados. Los tozama estaban ubicados frecuentemente en la periferia del archipiélago, y entre todos poseían tierras de alrededor de diez millones de koku.
Los Tokugawa no solo consolidaron su señorío sobre el reunificado Japón, sino que también gozaban de un poder sin precedentes sobre el emperador, las cortes, los daimyō y las órdenes religiosas. El emperador únicamente daba su aprobación como última opción en los asuntos políticos del país; sin embargo, los Tokugawa colaboraron a que la familia imperial recobrara sus días de gloria reconstruyendo sus palacios y asegurándole el disfrute de nuevas tierras. Para garantizar lazos estrechos entre el clan imperial y la familia Tokugawa, la nieta de Ieyasu fue nombrada consorte imperial en 1619.
Se establecieron una serie de códigos legales para regular las propiedades de los daimyō. Estos códigos disponían además normas de conducta, matrimonios, vestimenta, tipo de armas, número de tropas que los daimyō podían poseer y exigían además que los señores feudales residieran en Edo por un año, prohibían la construcción de barcos transatlánticos, prohibían el cristianismo, restringieron la posesión de castillos a uno por señorío entre las principales casas. Aunque en la práctica los daimyō no pagaban impuestos, se les imponía regularmente una serie de contribuciones de tipo militar o logístico, además de contribuciones para proyectos públicos como construcciones de castillos, caminos, puentes y palacios. Las aportaciones que recibían no solo fortalecían a los Tokugawa, sino que debilitaban a los daimyō económicamente y por lo tanto disminuían la amenaza de un levantamiento en contra de la administración central. Los que anteriormente habían sido feudos militares se transformaron en unidades de administración local.
El sistema legislativo era complejo, y estaba sometido a la unidad administrativa, lo que significaba que el individuo no existía como tal en la ley, ni estaba reconocido por el Estado. Existía solo en cuanto era miembro de la unidad familiar. La familia se consideraba la unidad básica de administración, y todos sus integrantes quedaban supeditados a ella; la más común era la familia agraria. A las personas que no perteneciesen a un clan familiar o no estuviesen reconocidas por ninguno, se les planteaban serias dificultades para sobrevivir. No ser reconocidos por el estado suponía no poder poseer ni bienes ni inmuebles ni privilegios.
De la apertura al aislamiento
Tal como lo hizo Hideyoshi, Ieyasu alentó el comercio con el exterior,[1] pero mantenía recelo ante los extranjeros. Quería hacer de Edo un puerto mayor, pero una vez que se dio cuenta de que los europeos favorecían a distintos puertos en Kyūshū y después de conocer la negativa de China a sus planes de intercambio comercial,[2] comenzó a controlar el comercio ya existente y solamente permitió que en algunos puertos se mercadeara, con productos específicos.
El comienzo del periodo Edo coincidió con las últimas décadas del periodo de comercio Nanban, durante el cual se intensificó la interacción con las potencias europeas en los ámbitos económicos y religiosos.[3] Es al comienzo del periodo Edo cuando Japón comenzó a construir barcos transatlánticos de tipo occidental, tal y como el barco de guerra japonés «San Juan Bautista», un galeón de quinientas toneladas que transportó la embajada japonesa encabezada por Hasekura Tsunenaga al continente americano y a Europa. Durante este periodo también se comisionaron trescientos cincuenta Shuinsen (barcos con el sello real), que contaban con tres mástiles y estaban armados para que comerciaran en Asia.[4]
El «problema cristiano» fue, en efecto, el problema de controlar tanto a los daimyō conversos en Kyūshū como el comercio con los europeos. En torno al 1600, existían entre setecientos y setecientos cincuenta mil cristianos en Japón.[3] Los Tokugawa y sus partidarios tenían a la nueva religión por un factor desestabilizador que podía llegar a amenazar su poder, en especial en liga con los restos de los seguidores de los Toyotomi.[5] En 1612 a los sirvientes del shōgun y a los residentes de las tierras de Tokugawa se les ordenó que renegaran del cristianismo.[5] En los feudos Tokugawa se derruyeron los templos cristianos y se prohibió la predicación.[5] Más restricciones se dieron a conocer a partir del año siguiente,[5] entre ellas limitación de comercio con extranjeros en Nagasaki y en Hirado. En 1622 se ejecutó a ciento veinte misioneros y conversos.[5] En 1624 se expulsó a los españoles y se rompieron las relaciones diplomáticas entre Japón y España.[5] En 1629 se ajustició a cientos de cristianos. Se obligó a la población a registrarse en los templos budistas, que se transformaron en oficinas de registro oficiosas.[6] Ante la imposibilidad de perseguir el cristianismo y mantener el comercio exterior, el Gobierno optó por sacrificar este en tiempos del tercer sogún.[6] Mediante una serie de decretos emitidos entre 1633 y 1639, el país se aisló del exterior.[6] Finalmente, en 1635 se prohibió que cualquier japonés viajara al extranjero y se dispuso que, si llegaban a salir del país, jamás volvieran.[6] Los que se habían asentado en el exterior tenían prohibido el regreso al país.[6] Los portugueses y mestizos fueron asimismo expulsados del imperio.[6]
El shogunato percibió al catolicismo como un factor extremadamente desestabilizador, por lo que fue perseguido. La Rebelión Shimabara de 1637-1638, en la que samuráis católicos y campesinos se rebelaron en contra de sus gobiernos feudales y del gobierno central, fue reprimida, lo que obligó a los Kakure Kirishitan a profesar su fe secretamente. Poco tiempo después, los portugueses fueron también expulsados y miembros de la misión diplomática fueron ejecutados.
Para 1650 el cristianismo había sido erradicado casi en su totalidad además de que la influencia extranjera en asuntos políticos, económicos y religiosos dentro de Japón se volvió limitada. Tan solo a China, la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales y por un breve periodo a los ingleses se les permitió visitar Japón durante este periodo, solo con fines comerciales y con acceso restringido solo al puerto de Dejima en Nagasaki. Otros europeos que arribaban a costas japonesas eran ejecutados sin juicio de por medio.
Sociedad
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Después de un largo periodo de conflictos internos, el primer objetivo del recién establecido shogunato Tokugawa era pacificar el país. Creó un equilibrio en el poder que permaneció relativamente estable por los siguientes 250 años, influenciado por los principios del confucionismo de orden social. La mayoría de los samurái perdieron la posesión directa de las tierras y se les plantearon dos opciones: dejar las armas y convertirse en campesinos o trasladarse a la ciudad principal de su feudo y convertirse en sirvientes a sueldo del daimyō. Solo algunos pocos samurái permanecieron en las provincias exteriores del norte o como vasallos directos del shōgun, conocidos como los 5000 hatamoto. Se estableció además el sistema sankin kōtai en el que se estipulaba que las familias de los daimyo debían de residir en Edo, además de que los daimyō debían permanecer en Edo un año y al año siguiente en su provincia.
La población fue dividida en cuatro clases en un sistema conocido como mibunsei (身分制?): en el primer nivel estaban los samurái (alrededor del 5 % de la población), en el segundo nivel estaban los campesinos (más del 80 % de la población), en el tercero los artesanos y al final estaban los comerciantes. Solo los campesinos vivían en las áreas rurales. Los samurái, artesanos y los comerciantes vivían en las ciudades que se construyeron alrededor de los castillos de los daimyō, y cada uno de los grupos con una zona específica para ocupar dentro de la ciudad. Este sistema impedía el casamiento de personas de distinta clase.
Fuera de estas cuatro clases sociales estaban los llamados eta y los hinin, cuyas profesiones rompían los esquemas del budismo. Los eta eran carniceros, curtidores y sepultureros. Los hinin servían como guardias o verdugos. Otros grupos excluidos de las clases sociales incluían los mendigos y las prostitutas.
Los individuos no tenían ningún derecho legal en Japón. La familia era la entidad legal más pequeña contemplada, por lo que mantener el estatus y privilegios de la familia tenía una gran importancia a todos los niveles de la sociedad. Por ejemplo, las leyes penales del período Edo prescribían el «trabajo no libre» (esclavitud) a la familia inmediata de los criminales ejecutados en el artículo 17 del Gotōke reijō, pero nunca se estableció su práctica. El Gotōke reijō de 1711 fue la compilación de estatutos proclamados entre 1597 y 1696.[8]
La afluencia obligatoria de los señores feudales a Edo, una aldea insignificante a principios del siglo XVII, el asentamiento de mercaderes, artesanos y el traslado a ella de templos budistas y sintoístas determinó un veloz crecimiento de la población.[9] A mediados de ese siglo, la población rondaba ya los cuatrocientos treinta mil habitantes, la mitad de ellos militares.[10] Mediado el siglo siguiente, la ciudad alcanzó ya el millón de habitantes, un tercio de ellos militares.[10] La importancia comercial de Osaka hizo que también creciese notablemente: de los doscientos mil habitantes en 1660 pasó a los trescientos ochenta mil en 1736 y luego a los cuatrocientos veinte mil en 1765.[11]
Para mediados del siglo XVII, Edo mantenía una población de más de un millón de habitantes, mientras que Osaka y Kioto tenían más de 400 000. Algunas otras ciudades castillo tuvieron un crecimiento importante. Japón tuvo una tasa de crecimiento de prácticamente cero entre las décadas de 1720 y 1820, lo cual es generalmente atribuido a baja tasa de natalidad como consecuencia de la hambruna, pero algunos historiadores han presentado diversas teorías como el alto porcentaje de infanticidios para controlar artificialmente el crecimiento poblacional.[12]
Economía
Fuentes de los ingresos señoriales
El país estaba dividido económicamente según su estructura política: una serie de feudos autónomos de los que el principal era el grupo que formaban los de la familia Tokugawa y sus allegados.[13] Estos controlaban tierras que producían unos siete millones de koku (cuatro y medio el propio clan shogunal y el resto sus coligados), aproximadamente la cuarta parte de la producción agrícola nacional.[14] En el siglo XVII, los ingresos de los distintos señores provenían fundamentalmente de los tributos que debían pagar los labradores, en torno al 40 % de la cosecha.[13] En 1728 los impuestos subieron notablemente.[13] La responsabilidad del pago no era individual, sino plurifamiliar: la población campesina se agrupaba en conjuntos de cinco familias, a los que se hacía responsables del pago de cierta cantidad; este sistema databa del gobierno de Toyotomi Hideyoshi, pero los Tokugawa lo extendieron a todo el país.[15]
La hacienda shogunal obtenía además ingresos de las ciudades, que dominaba merced al nombramiento de sus regidores, a menudo vasallos de confianza de los Tokugawa.[15] El sogún obtenía fondos aún mayores de la explotación de las minas.[15] La producción de oro y plata alcanzó su apogeo a finales del siglo XVI y principios del XVII, gracias a la implantación de métodos traídos de la América española y que permitieron a Ieyasu contar con suficiente mineral como para prohibir a los daimios acuñar moneda y reservarse para sí tal actividad.[15]
Agricultura
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La agricultura era la actividad económica principal del imperio y durante los siglos XVI y XVII tuvo un notable desarrollo.[16] Aumentó el terreno cultivado, mejoraron las técnicas de regadío, los utensilios y métodos de cultivo y creció considerablemente la productividad.[17] Tanto el sogún como los daimios fomentaron el cultivo de nuevas tierras, normalmente mediante exenciones de impuestos a los campesinos que las llevaban a cabo.[16] El siglo XVII fue en el que produjo una mayor roturación de nuevas tierras.[7] El aumento de la producción y de las zonas cultivadas se debió principalmente al desarrollo de las obras públicas dedicadas a la extensión del regadío, que coincidió en la segunda mitad del siglo XVII con la fundación de nuevas aldeas, dedicadas al cultivo de las nuevas tierras en labranza.[18] Este nuevo impulso de la agricultura se concentró en el este de la isla de Honshū, ya que en el Japón occidental la misma evolución ya se había producido antes.[18]
Además de mejorar la producción del arroz, fundamental en el Japón, se incrementó también el cultivo de otras plantas: otros cereales (trigo, soja, mijo...), morera, té, índigo, lino, tabaco, uvas, mandarinas, calabazas, patatas o zanahorias.[19] Entre principios del siglo XVII y comienzos del XIX, se cuadruplicó la producción de seda; esto permitió eliminar las importaciones de China y más tarde hacer del producto la principal exportación del país.[20] La extensión del algodón, llegado al país a finales del XV o principios del XVI, comportó un importante cambio en la vestimenta nacional: las clases menos favorecidas pasaron de portar prendas de lino a llevarlas de algodón.[20] La producción de esta nueva planta se concentró en Kinai, región que ostentaba la primacía económica del imperio.[20] En ella se fabricaban además los artículos que requerían una mano de obra especializada como armas, objetos de arte o prendas de gran calidad.[20]
Comercio, población y vida urbana
En el siglo XVII se dio además un gran aumento del comercio interregional, debido en parte a gran incremento de la población, que a mediados del siglo siguiente pasó de los doce a los treinta y dos millones.[21] Este acrecentamiento conllevó una mayor demanda de productos agrícolas y artesanales.[22]
El sistema social Tokugawa, que separaba tajantemente al campesinado del estamento militar y obligaba a los soldados a residir junto a su señor, favoreció el crecimiento de las ciudades.[22] Cada gran señor —de los que había unos doscientos sesenta en todo el país—, formó en torno a su castillo poblaciones que contaban con una población de entre diez y treinta mil personas.[22] Los barrios militares, habitados los soldados cuyos ingresos dependían de pagas y carecían de feudos propios, destacaban como centros de gran consumo.[22] La falta de una producción propia suficiente avivó el comercio, necesario para abastecerlos de los artículos que demandaban.[22] El núcleo de unión principal de las economías señoriales con la nacional fue la región de Kanai, abastecedora primordial de productos elaborados a las zonas rurales, más atrasadas, y compradora de parte de sus cosechas de arroz, debido a su gran población.[23]
Otro motor del comercio fue la necesidad de los daimios de comprar oro y plata para sufragar sus estancias obligatorias en Edo y sus desplazamientos entre este y sus feudos, a los que les obligaba la ley.[24] Dada la necesidad de costear estos gastos en oro y plata y la prohibición de explotar minas y acuñar moneda, los señores feudales tenían que adquirir los metales preciosos, vendiendo para ello sus bienes, fundamentalmente productos agrícolas obtenidos de los impuestos a los labradores.[24] Esto supuso otro acicate más para el comercio y para el desarrollo del transporte.[24] El continuo traslado de los señores tuvo como consecuencia la mejora de la red viaria y de las comunicaciones: se crearon cinco grandes carreteras que unían Edo con el resto del país, en las que surgió un sistema de hospedajes y postas que favorecían el tránsito.[24] Otro motivo para la multiplicación del comercio fue la gran demanda de Edo, cuya población se acrecentaba velozmente, pero que tenía una producción exigua que exigía la llegada de artículos de otras regiones.[10] Hasta el siglo XIX, Edo no produjo en cantidades suficientes como para abastecerse o enviar productos a otras comarcas.[10] El centro de distribución de productos manufacturados y del arroz proveniente de los feudos fue Osaka.[10] Entre un millón y un millón y medio de koku proveniente de los señoríos occidentales del país se intercambiaba en Osaka.[25] Para unir las dos ciudades se extendió la navegación de cabotaje, pues era más sencillo transportar las mercancías a larga distancia por mar que por tierra.[11] En el siglo XVII se establecieron cuatro rutas marítimas principales: Osaka-Edo, Kyushu-Osaka, Hokkaidō-Honshū y Tōhoku-Edo.[11]
En cuanto al comercio exterior, al principio del periodo Tokugawa la principal tarea fue restablecer las relaciones con el exterior, desbaratadas por la actividad de Toyotomi Hideyoshi.[26] El comercio con Corea y con Manila se recuperó, no así con China.[4] El control gubernamental del comercio entre los daimios y el exterior, que se estrechó rápidamente a principios del siglo XVII, acabó por eliminarlo.[4] Los barcos necesitaban un permiso oficial para poder dedicarse al mercadeo con otros territorios.[4] El principal artículo de importación era la seda de calidad, que suponía entre el 50 y el 60 % del total de importaciones.[4] La exportación principal era la plata, que se entregaba para equilibrar la balanza comercial, deficitaria.[27] Unos setenta mil japoneses viajaron al extranjero (fundamentalmente al sureste asiático), de los que diez mil se establecieron en él, varios miles de ellos en las Filipinas españolas.[28] Los principales suministradores de seda al ávido mercado japonés fueron primero los portugueses, que en el siglo XVII tuvieron que enfrentarse a la competencia de ingleses y holandeses.[2] El Gobierno trató además de moderar los pingües beneficios de los comerciantes portugueses, que al principio habían logrado fijar el precio de venta de la seda importada.[2] Las relaciones comerciales con holandeses e ingleses surgieron de la necesidad de Tokugawa Ieyasi de competir con las actividades comerciales de Toyotomi Hideyoshi desde Osaka; para hacerlo, estableció vínculos con los recién llegados.[3] La competencia entre las distintas naciones desbarató el antiguo monopolio comercial portugués en las islas.[3] Tras la retirada comercial inglesa en 1623 y la ruptura de relaciones con España en 1624, el comercio exterior se limitó a Portugal y Países Bajos.[5] En 1639 se prohibió la llegada de barcos portugueses.[29] A los barcos chinos, que hasta entonces habían podido comerciar en las costas japonesas, se los limitó a Nagasaki.[6] A los neerlandeses se los restringió a Dejima en 1641.[29] La clausura casi total del comercio con el exterior siguió vigente hasta 1853.[29] Posteriormente se implantaron nuevas medidas para limitar la exportación de oro y plata, que había crecido pese a lo limitado del mercadeo.[30] Paulatinamente, se redujo el importe y la cantidad de importaciones, que únicamente podían verificar los comerciantes holandeses y chinos tolerados por el Gobierno.[31]
El desarrollo económico durante el periodo Tokugawa incluía urbanización, embarques de distintos bienes de consumo, a principio del periodo del comercio con el extranjero así como la difusión y venta de artesanías. Los tratados de construcción aumentaron junto con el desarrollo de bancos y el crecimiento en el número de asociaciones mercantiles. Los diversos han a lo largo del país gozado del aumento de la producción agrícola, así como el aumento de la producción de artesanías rurales.
Osaka y Kioto se convirtieron en importantes centros de comercio y de producción de artesanías, mientras que Edo era el centro más importante para proveer alimentos y bienes de consumo esenciales.
El arroz fue la base de la economía, ya que los daimyō recolectaban los impuestos de los campesinos en especie. Los impuestos podían ser tan elevados como el 40 % de la cosecha. El arroz era vendido en los mercados Fudasashi de Edo.
Fue durante el periodo Edo que Japón desarrolló un sistema sustentable de gestión de los bosques.[32] El aumento en la demanda de madera para la edificación, la construcción de barcos y para combustible llevaron a una rápida deforestación que dio como resultado incendios forestales, inundaciones y erosión del suelo. La respuesta del shōgun, alrededor del 1666, fue implementar una serie de políticas que incluían reducir la cantidad de árboles cortados, incrementar el número de árboles plantados además de que solo los daimyō y el shōgun podían autorizar el uso de la madera. Para el siglo XVIII Japón desarrolló conocimientos científicos específicos de silvicultura y forestación.
Desarrollo artístico e intelectual
Durante el periodo, Japón estudió progresivamente las técnicas y avances científicos occidentales (llamados rangaku) a través de la información y libros recibidos de los comerciantes holandeses en Dejima. Las áreas de mayor estudio incluían la geografía, medicina, ciencias naturales, astronomía, arte, idiomas, conceptos de física tales como el estudio del fenómeno eléctrico y mecánica. También existió un gran desarrollo de las matemáticas, en una corriente totalmente independiente a la del mundo occidental. Esta fuerte corriente se llamó wasan.
El florecimiento del neoconfucionismo fue el mayor desarrollo intelectual del periodo. El estudio del confucionismo se había mantenido activo durante mucho tiempo por clérigos budistas, pero durante esta época este sistema de creencias llamó fuertemente la atención sobre la concepción del hombre y la sociedad. El humanismo ético, el racionalismo y la perspectiva histórica del neoconfucionismo fueron tomados como modelo social. Para mediados del siglo XVII, el neoconfucionismo se convirtió en la filosofía legal dominante y contribuyó directamente en el desarrollo del sistema nacional de aprendizaje, kokugaku.[33] Su principal virtud para el régimen shogunal era su hincapié en las relaciones de jerarquía, sumisión al superior y obediencia, que se extendieron a toda la sociedad y facilitaron la conservación del sistema feudal.[34]
La creciente aplicación del neoconfucionismo así como el estudio avanzado contribuyeron a la transición del orden político y económico de las clases sociales. Se desarrollaron nuevas leyes, se instituyeron nuevos sistemas administrativos. Una nueva visión de gobierno y sociedad emergieron en búsqueda de un mandato más comprensivo. Cada persona tenía un lugar distinto en la sociedad y se esperaba que trabajara de forma que cumpliera su misión en la vida. Los ciudadanos debían ser gobernados con benevolencia por parte de aquellos asignados a mandar. El gobierno era todopoderoso, pero al mismo tiempo responsable y humano. Aunque el neoconfucionismo influyó en el sistema de clases sociales no se aplicó de la misma forma como se acostumbraba en otros países como China, donde los soldados y los clérigos ocupaban el último peldaño de las clases sociales, mientras que en Japón algunos de estos miembros constituían a la élite de gobierno.
La vida espiritual experimentaba con la cultura tradicional, basada en los principios budistas, y los principios confucionistas. Dos formas distintas de concebir la vida: el budismo condecía una gran importancia al mundo ultraterrenal y el confucionismo otorgaba una mayor fuerza al humanismo y a la práctica.
Miembros de la clase samurái añadieron las tradiciones del bushido a su ideología y renovaron su interés en la historia de Japón, dando como resultado el bushidō. En nuevo estilo de vida llamado chōnindō surgió en ciudades como Osaka, Kioto y Edo, el cual aspiraba a alcanzar las cualidades del bushido como la diligencia, honestidad, honor, lealtad y frugalidad. El estudio de matemáticas, astronomía, cartografía, ingeniería y medicina también fue alentado. La búsqueda de nuevas formas de entretenimiento de la nueva cultura se conocieron como ukiyo e incluían geishas, música, historias populares, teatro kabuki, bunraku, poesía, y arte, el cual queda reflejado con el estilo conocido como ukiyo-e. La literatura también gozó de grandes talentos como Chikamatsu Monzaemon o Matsuo Bashō.
Las transformaciones legislativas y administrativas influenciaron las revoluciones intelectuales y culturales. Durante la vigencia del Orden Tokugawa, se desarrolló la educación en todos los ámbitos. Se establecieron varios centros educativos para satisfacer las necesidades de las distintas clases sociales. En cada dominio feudal se establecieron escuelas para enseñar a los hijos de familias de samuráis; impartían asignaturas de carácter cultural y moral y técnicas marciales.
Los agricultores reclamaban sus necesidades de educación e instrucción. A partir del siglo XV, empezaron a aparecer terakoyas (escuela del templo) en las que se enseñaban lectura, escritura y aritmética a los niños pertenecientes a la clase media, sobre todo en las zonas urbanas. Se componía de una clase y un maestro, y acudían de veinte a treinta alumnos. En las comunidades rurales existían escuelas para los hijos de los miembros ricos de la clase comerciante y de los agricultores.
Dibujos Ukiyo-e comenzaron a producirse a finales del siglo XVII, pero hasta 1764 Harunobu produjo la primera impresión policromática. Diseñadores de la siguiente generación como Torii Kiyonaga y Utamaro crearon elegantes representaciones de cortesanos. El estilo de Ukiyo-e cobró una gran importancia durante el siglo XIX e incluso muchos pintores occidentales como Edgar Degas o Vincent Van Gogh se vieron influenciados por sus técnicas (véase Japonismo).
El budismo y el sintoísmo siguieron siendo una parte importante de la sociedad japonesa del periodo Edo. El budismo mezclado con neoconfucionismo proveyeron de estándares de comportamiento social y, aunque ya no contaban con la misma fuerza política que en el pasado, este era promovido y practicado por las clases superiores. Con la prohibición del cristianismo en 1640 el budismo se vio beneficiado, ya que el bakufu ordenó que todos los habitantes se tenían que registrar en alguno de los templos. De esta forma, mientras que el budismo sirvió de base social, el sintoísmo sirvió de base al sistema político y ayudó a preservar la identidad nacional.
Fin del shogunato
Declive del shogunato Tokugawa
El final de este periodo es llamado bakumatsu. Las causas del final de este periodo son objeto de una gran controversia, pero se puede ver que el factor común fue la apertura obligatoria de Japón hacia el resto del mundo por parte del Comodoro Matthew Perry y su armada conocida como los «barcos negros», los cuales dispararon a la ciudad de Tokio.
El shogunato Tokugawa no colapsó simplemente por sus fallas intrínsecas. La intrusión de los extranjeros ayudaron a precipitar una compleja lucha política entre los bakufu y la coalición de los críticos. La continuidad del movimiento antibakufu a mediados del siglo XIX finalmente terminaría por derrocar el shogunato Tokugawa. Desde el principio el shogunato intentó restringir la acumulación de bienes en las familias e intentó fomentar la política «de vuelta a tierra», en donde los granjeros, los productores primordiales, eran la persona ideal dentro de la sociedad.
A pesar de los esfuerzos para restringir los bienes, el estándar de vida para los habitantes urbanos y rurales aumentó significativamente durante el periodo, en gran parte por el periodo de paz que se vivió en esta época.
Un reto importante que tuvo que enfrentar la clase política fue la naciente clase emprendedora. El ideal gubernamental de una sociedad agraria falló, ya que no era compatible ni realista con la nueva distribución comercial. Una serie de sequías y por lo tanto pérdida de cosechas completas dieron como resultado veinte grandes hambrunas entre 1675 y 1837. El malestar entre los campesinos aumentó y para finales del siglo XVIII protestas masivas contra impuestos elevados y escasez de comida se volvieron casi rutinarias. Familias ahora sin hogar se volvieron en granjeros arrendatarios mientras que los pobres de las zonas rurales se desplazaron a las ciudades. Como la fortuna de las familias antes acomodadas disminuyó, otros pudieron acumular más tierras por lo que surgió una nueva clase granjera acomodada. Las personas que pudieron beneficiarse fueron capaces de diversificar su producción y contratar empleados, mientras que otros quedaban disgustados. Muchos samurái pasaron tiempos difíciles e incluso se vieron forzados a producir artesanías o trabajar a sueldo para comerciantes.
Aunque Japón fue capaz de adquirir y refinar una amplia variedad de conocimientos científicos, el rápido proceso de industrialización de los países occidentales durante el siglo XVIII creó por primera vez una gran diferencia en términos de tecnología y armamento entre Japón y el resto de los países industrializados, forzando al país a abandonar su política de aislamiento y contribuyendo el fin del régimen Tokugawa.
Las intrusiones de los occidentales aumentaron en los comienzos del siglo XIX. Barcos de guerra rusos y comerciantes se establecieron en Karafuto (en la isla de Sajalín, llamado óblast de Sajalin bajo el control ruso y soviético) y en las islas Buril, de las cuales las del sur son consideradas como islas del norte de Hokkaidō. Un barco de guerra inglés entró al puerto de Nagasaki buscando enemigos holandeses en 1808, además de que se incrementó el avistamiento de barcos de guerra y balleneros en las décadas de 1810 y 1820. Barcos balleneros y mercantes de los Estados Unidos también llegaron a costas japonesas. Aunque los japoneses hicieron una serie de pequeñas concesiones y permitieron algunos desembarcos, lo que intentaban era mantener fuera del país a los extranjeros en su totalidad. El Rangaku se volvió crucial no solo para entender a los bárbaros «extranjeros», sino para valerse por sí mismos sin la ayuda de los occidentales.
Para la década de los 1830 existía un sentimiento generalizado de crisis. La hambruna y los desastres naturales tuvieron grandes consecuencias en la población. El malestar generalizado derivó en una revuelta de campesinos en contra de oficiales y mercaderes en Osaka en 1837 y, aunque esta revuelta tan solo duró un día, causaron un efecto dramático general. Algunos consejeros del shogun creían que la solución residía en el regreso al espíritu marcial, imponer más restricciones al comercio extranjero, suprimir el rangaku, censurar la literatura y eliminar los «lujos» del gobierno y de la clase samurái. La oposición vio la oportunidad de terminar con los Tokugawa y utilizaron la bandera política del sonnō jōi («Reverenciar al emperador, expulsar a los bárbaros»), el cual llamaba a la unidad bajo el mandato imperial y se oponía a la intrusión de extranjeros. La preocupación del bakufu aumentó al conocer de los logros de los occidentales en establecer enclaves coloniales en China después de la primera guerra del Opio de 1839-1842, por lo que se implementaron más reformas, sobre todo económicas, para tratar de fortalecer el país en contra de la amenaza extranjera.
Japón rechazó una demanda de los Estados Unidos (que aumentó considerablemente su presencia en la región Asia-Pacífico en esta época) de establecer relaciones diplomáticas en julio de 1846 presentada por el Comodoro James Biddle.
Fin del aislamiento
Cuando el comodoro Matthew Perry se presentó con un escuadrón en la bahía de Edo en julio de 1853, Abe Masahiro era el responsable de las relaciones con los estadounidenses. Masahiro no tenía ninguna experiencia o precedente de cómo manejar este tipo de amenazas a la seguridad nacional, por lo que trató de equilibrar el deseo de los consejeros de mayor rango que deseaban compromisos con los occidentales, el del emperador que quería mantener fuera a los extranjeros y el de los daimyō que querían ir a la guerra. Debido a la falta de consenso, Masahiro decidió aceptar las demandas de Perry de abrir Japón al comercio internacional, pero al mismo tiempo ordenó preparativos militares. En marzo de 1854 el tratado de paz y amnistía «Tratado de Kanagawa» abrió dos puertos a los barcos estadounidenses que buscaban provisiones, garantizándoles buen trato para los marineros estadounidenses y permitió que un cónsul se estableciera en Shimoda, un puerto de la Península de Izu al sur de Edo. Un tratado comercial con el que se buscaba abrir más zonas de comercio fue forzado cinco años después.
El daño resultante a la imagen del bakufu fue importante. Debates sobre las políticas del gobierno no eran inusuales y habían generado una fuerte crítica en el bafuku. Masahiro comenzó entonces a buscar el apoyo de nuevos aliados por lo que realizó distintos consensos con los fudai, los shinpan y los tozama. Con la Reforma Ansei de 1854-1856 se buscó fortalecer al régimen ordenando la adquisición de barcos de guerra y armamentos procedentes de Países Bajos, además de que se comenzó la construcción de nuevas defensas para los puertos. En 1855, una escuela de entrenamiento naval con instructores holandeses fue establecida en Nagasaki, una escuela militar de estilo occidental se estableció en Edo y para el año siguiente se comenzó la traducción de libros occidentales.
La oposición hacia Masahiro aumentó entre los círculos fudai, los cuales se oponían a abrir los consejos del bakufu a los daimyō tozama, por lo que fue reemplazado de su puesto y en 1855 fue nombrado presidente del consejo de Hotta Nariaki. A la cabeza de la facción disidente se encontraba Tokugawa Nariaki, quien profesaba una fuerte lealtad al emperador aunada a fuertes sentimientos antioccidentales y quien había sido nombrado a cargo de la defensa nacional en 1854.
En los años finales del shogunato Tokugawa se incrementaron los contactos con los extranjeros debido a las concesiones otorgadas en el tratado con los Estados Unidos en 1859, entre los cuales se incluía que se abrieran más puertos para representantes diplomáticos, comercio no supervisado en cuatro puertos adicionales y residencias extranjeras en Osaka y Edo. También se aceptó el concepto de extra-territorialidad (los extranjeros estaban sujetos a las leyes de su país y no las de Japón). Hotta perdió el apoyo de daimyō clave y cuando Tokugawa Nariaki se opuso a un nuevo tratado, Hotta buscó el apoyo imperial. Los oficiales de la corte, percibiendo la debilidad del shogunato, rechazaron las peticiones de Hotta y por primera vez en muchos siglos involucraron al emperador en la política interna. Cuando murió el shōgun sin un heredero designado, Nariaki apeló a la corte el apoyo de su propio hijo, Tokugawa Yoshinobu, un candidato que tenía el apoyo de los shinpan y tozama. Los fudai ganaron la lucha política instalando a Tokugawa Yoshitomi, arrestaron a Nariaki y a Yoshinobu, ejecutaron a uno de los líderes intelectuales del sonnō-jōi llamado Yoshida Shōin y firmaron tratados con los Estados Unidos y otras cinco naciones, terminando con más de 200 años de aislamiento.
Modernización del Bakumatsu y sus conflictos
Durante los últimos años del shogunato, conocido como bakumatsu, el bakufu tomó una serie de fuertes medidas para tratar de recuperar su dominio, aunque su participación con la modernización y las relaciones con las potencias extrajeras estaban a punto de convertirlo en el blanco del sentimiento antioccidental que predominaba en el país.
Durante esta etapa el ejército y la marina se modernizaron. Una escuela naval se estableció en Nagasaki en 1855 y gran número de estudiantes fueron enviados a otros países durante varios años para su capacitación, comenzando una tradición de futuros líderes educados en el exterior, como en el caso del Almirante Enomoto Tateaki. Ingenieros navales franceses fueron contratados para construir arsenales navales. Para finales del shogunato Tokugawa en 1867, la naval japonesa contaba ya con 8 barcos de guerra de vapor, los cuales fueron utilizados en contra de las fuerzas pro-imperiales durante la Guerra Boshin. Se estableció además una misión militar francesa para que modernizara el ejército del shōgun.
Algunos extremistas que visualizaban al emperador como símbolo de unidad incitaron a diversos sectores de la sociedad a la violencia en contra del shogunato, de las autoridades de los distintos dominios feudales y en contra de los extranjeros. El desenlace de un nuevo conflicto conocido como Guerra Anglo-Satsuma llevó a un nuevo tratado para ampliar las concesiones comerciales en 1865, pero Yoshitomi no fue capaz de hacer frente al poderío militar de los países occidentales. Finalmente en 1867 muere el Emperador Kōmei, siendo sucedido por su hijo menor, el Emperador Meiji.
Tokugawa Yoshinobu se convirtió con reticencia en el jefe de la casa Tokugawa y shōgun. Trató de reorganizar el gobierno bajo la figura del emperador tratando al mismo tiempo de preservar el papel activo del shōgun. Temiendo el poder reciente de los daimyo de Satsuma y Chōshū, otros daimyō hicieron un llamado a que el shogun regresara el poder al emperador así como a un consejo de daimyō encabezado por el shōgun Tokugawa. Tokugawa Yoshinobu aceptó el plan a finales de 1867 y renunció, anunciando la «restauración imperial». Los líderes de Satsuma, Chōshū y de otros dominios de cualquier forma decidieron rebelarse, asediaron el palacio imperial y anunciaron su propia restauración el 3 de enero de 1868.
Después de la Guerra Boshin, el sistema bakufu fue abolido y Tokugawa Yoshinobu fue reducido al rango de un simple daimyo. La resistencia continuó durante 1868 y las fuerzas navales del shogun al mando del Almirante Enomoto Takeaki siguieron la lucha por otros seis meses en Hokkaidō, donde fundaron la efímera República de Ezo.
Acontecimientos del periodo Edo
- Batalla de Sekigahara (1600)
- Ieyasu Tokugawa se convierte en shogun y establece el Shogunato Tokugawa (1603)
- Asedio de invierno en Osaka (1614)
- Asedio de verano en Osaka (1615)
- Erupción del monte Fuji (1707)
- Erupción del monte Asama (1783)
- Bakumatsu (1853 a 1868)
- Restauración Meiji (1868)
- Guerra Boshin (1868-1869)
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Referencias
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Bibliografía
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