El Espíritu del 12 de febrero fue el programa político del gobierno de Carlos Arias Navarro, presidente del último gobierno de Francisco Franco en España. El nombre proviene de la fecha de 1974 en la que Arias Navarro lo presentó ante las Cortes franquistas, cuyo punto más importante fue el del asociacionismo político «dentro» del Movimiento Nacional, que se debería concretar posteriormente.
Hechos posteriores, como la Revolución de los claveles de Portugal (abril de 1974), hicieron que Arias Navarro diera marcha atrás en su programa «aperturista». De hecho el Estatuto de Asociaciones Políticas finalmente aprobado fue tan restrictivo que ni siquiera los franquistas reformistas se acogieron a él.
Historia
El nuevo gobierno de Arias
Por influencia de su entorno familiar, Franco nombró en enero de 1974 a Carlos Arias Navarro presidente del Gobierno,[nota 1] lo que supuso que los «tecnócratas» del Opus Dei quedaran definitivamente excluidos.[1][2][3] Según Jorge de Esteban y Luis López Guerra cuando fueron apartados del poder «era ya evidente que el modelo tecnocrático de pseudomordernización parcial no conducía a ninguna parte... El hecho es que se quería el desarrollo económico, pero no sus consecuencias sociales y políticas».[4]
Para formar su gobierno Arias recurrió a las «familias» del régimen, intentando guardar un cierto equilibrio entre «inmovilistas» y «reformistas» (entre estos últimos se encontraban Pío Cabanillas y Antonio Barrera de Irimo al frente de los ministerios de Información y Turismo y de Hacienda, respectivamente; entre los primeros, los «ultras» José Utrera Molina y Francisco Ruiz Jarabo, ministro-secretario general del Movimiento y ministro de Justicia, respectivamente).[5][6][7][8][9] Los sectores civiles y militares involucionistas, encabezados por el presidente de las Cortes franquistas Alejandro Rodríguez de Valcárcel, presionaron a Arias Navarro para que nombrara vicepresidente del Gobierno al camisa vieja y exministro José Antonio Girón de Velasco, pero Arias Navarro se negó (al parecer Franco llegó a considerar la posibilidad de nombrar a Girón presidente del gobierno).[10][11][12] Por otro lado Franco establecería una estrecha relación («paternal», según Paul Preston) con el ministro «ultra» Utrera Molina. En enero de 1974, cuando Utrera le dijo que tenía la intención de emprender el rearme ideológico del Movimiento, Franco le respondió: «En muchas ocasiones hemos incurrido en el error de haber bajado la guardia».[13]
«El espíritu del 12 de febrero»
Arias Navarro, que carecía de proyecto político propio,[14] pareció que se alejaba de las posiciones «inmovilistas» cuando pronunció el discurso de presentación del nuevo gobierno ante las Cortes franquistas el 12 de febrero de 1974, ya que en él hizo ciertas promesas «aperturistas» —asociaciones políticas «dentro» del Movimiento, elección «orgánica» de los alcaldes y presidentes de las diputaciones provinciales, reconocimiento legal de los conflictos laborales—.[6][15] Arias Navarro habló de proseguir la «continuidad perfectiva» del régimen, procurando el «ensanchamiento de los cauces de participación» y buscando «nuevas fórmulas para dar proyección política al pluralismo real de nuestra sociedad».[16] Y por primera vez en la historia del franquismo la «Cruzada» era calificada como «guerra civil», aunque también se decía que «la legitimidad del 18 de julio no es susceptible de reinterpretación ni de debate».[17] Según Paul Preston, el discurso fue escrito por dos miembros del grupo «reformista» Tácito, Gabriel Cisneros y Luis Jáudenes, por encargo de su superior, el ministro «aperturista» de la Presidencia Antonio Carro, quien por otro lado había situado a otros miembros del grupo como subsecretarios en diferentes ministerios.[13] Según Luis Suárez Fernández, el texto fue elaborado por Antonio Carro y por Pío Cabanillas y redactado finalmente por Cisneros.[17]
Además, gracias a la política del ministro de Información y Turismo Pío Cabanillas —un hombre próximo a Manuel Fraga Iribarne, cuya presencia en el gobierno fue vetada por el general Franco—[18] la prensa gozó de un mayor margen de crítica, y la oposición «moderada» fue «tolerada» (los demócrata-cristianos Joaquín Ruiz Giménez y Fernando Álvarez de Miranda; los liberales Joaquín Satrústegui y Joaquín Garrigues Walker; el socialdemócrata Dionisio Ridruejo; o los socialistas Enrique Tierno Galván y Felipe González).[19][20] «Fueron momentos de gran difusión e influencia de revistas de opinión claramente democráticas, como Cambio 16 o Triunfo, y de diarios como Ya, Informaciones, Tele/eXprés o Diario de Barcelona».[21] Por otro lado, Pío Cabanillas fue criticado por los «ultras» por haberse fotografiado llevando una barretina en la mano durante una visita a Barcelona, ciudad a donde había viajado para pronunciar dos discursos en los que defendió la «apertura» del régimen, lo que le valió un editorial muy crítico del diario oficial del Movimiento Arriba.[22]
Así pues, para sorpresa de prácticamente toda la clase política, la primera declaración del nuevo gobierno sobre la política que había que seguir fue relativamente «liberal». Su celebrado discurso del 12 de febrero de 1974 parecía echar las bases para una apertura controlada, al hablar de una participación política más amplia para todos los españoles, aunque dentro de los límites del Movimiento Nacional. Se preveía la elección, frente al nombramiento gubernamental, de los alcaldes y altos funcionarios locales. El número de diputados electos en las Cortes sería incrementado de un 17 a un 35 por 100. El Sindicato Vertical sería dotado de un mayor poder de concertación. Se prometió la creación de asociaciones políticas, pero no de partidos políticos. Se trató de la declaración más «liberal» nunca efectuada por un ministro de Franco.[cita requerida]
Los límites del aperturismo
Caso Añoveros
A finales del mes de febrero el obispo de Bilbao, monseñor Antonio Añoveros, fue conminado a marcharse de España por haber suscrito una homilía a favor de la «justa libertad» del pueblo vasco y de un sistema político que fuese respetuoso con su «identidad específica». El gobierno consideró la pastoral un «grave atentado a la unidad nacional». El cardenal Tarancón, máxima autoridad de la Iglesia Católica en España, y la Conferencia Episcopal salieron en defensa de monseñor Añoveros y negaron el derecho del gobierno a expulsar a un obispo, amenazando con la excomunión al que dictara la orden. El papa Pablo VI respaldó a Tarancón y a Añoveros y al final tuvo que intervenir el propio Generalísimo Francisco Franco para ordenar a Arias Navarro que diera marcha atrás.[23][24][25] Finalmente el acuerdo que se alcanzó entre el gobierno y el Vaticano, representado por monseñor Angelo Acerbi que se trasladó a Madrid, fue la concesión de un permiso especial de vacaciones al obispo de Bilbao sin que este renegara del contenido de la homilía. Arias Navarro tuvo que «conformarse con una solución a medias».[26]
«El incidente fue interpretado como una derrota política del gobierno que se había visto obligado a ceder ante la férrea posición de la Iglesia y de la Santa Sede», señala Borja de Riquer. «Estuvo a punto de originar la ruptura entre el Vaticano y el Régimen español... Pero, en cualquier caso,... se detecta bajo la superficie una conflictividad insalvable entre Iglesia y Régimen», subrayaron Jorge de Esteban y Luis López Guerra poco tiempo después de lo ocurrido.[27] Que el gobierno había caído en el «ridículo», como escribió en sus memorias el «tecnócrata» Laureano López Rodó, o había dado «un paso en falso» y no había superado «la prueba de fuerza», como escribió el «reformista» Manuel Fraga Iribarne, lo probaría que tres ministros estuvieron a punto de dimitir.[28]
Caso Puig Antich
El 2 de marzo, solo unos días después del inicio del «caso Añoveros», el anarquista catalán Salvador Puig Antich, condenado a la pena capital en un consejo de guerra por haber causado la muerte de un policía, era ejecutado a garrote vil (junto con el polaco Heinz Chez acusado de haber matado a un guardia civil), a pesar de las manifestaciones de protesta duramente reprimidas por la policía y de las peticiones de clemencia procedentes de todo el mundo (incluido el papa Pablo VI).[23][29] En las semanas anteriores los sectores «ultras» habían presionado al Gobierno para que no conmutara la pena, además de responsabilizarlo del fortalecimiento de la oposición antifranquista y de los desórdenes públicos que se habían producido. Desde 1966 no se había aplicado en España la pena de muerte.[30] Las protestas internacionales por el caso de Puig Antich recordaban las motivadas por el «proceso de Burgos» (1970) y por el juicio y ejecución de Julián Grimau (1963).[25]
La ofensiva del «búnker» y la rectificación de Arias Navarro
El anacronismo y la soledad del franquismo se hicieron patentes cuando el 25 de abril de 1974 triunfó en Portugal un golpe militar que puso fin a la dictadura salazarista, la más antigua de Europa (y tres meses más tarde caía la dictadura de los Coroneles de Grecia). «Las dictaduras personalizadas parecían no sobrevivir a sus fundadores» (Oliveira Salazar había muerto en 1970).[31] Una de las primeras medidas que tomó el Gobierno fue ordenar el secuestro del número extraordinario de la revista Cuadernos para el Diálogo dedicado a lo que acababa de suceder en Portugal (el titular de la portada decía: «Portugal, el fin de una dictadura»).[32] Por su parte los «ultras» franquistas enseguida advirtieron de que lo que acababa de pasar en Portugal no pasaría nunca en España y denunciaron a los «falsos liberales infiltrados» en el Estado y atacaron el «aperturismo» de la prensa y el proyecto de ley de asociaciones del Movimiento.[33]
El 28 de abril, el exministro falangista José Antonio Girón, el miembro más destacado del «Búnker», publicó una airada arremetida contra Pío Cabanillas -responsable de la relajación de la censura- y contra el otro miembro del gobierno relativamente «liberal», Barrera de Irimo. El Gironazo, publicado en Arriba, fue acompañado de denuncias virulentas del Gobierno por parte de Blas Piñar, líder de Fuerza Nueva.[34] La ofensiva verbal fue acompañada asimismo por una serie de triunfos tangibles. El 13 de junio, el jefe del Estado Mayor, el general «liberal» Díez Alegría, fue destituido como castigo tras una visita a Rumanía.
En el discurso pronunciado el 15 de junio de 1974 en Barcelona, cuando Arias anunciaba su plan para la asociaciones políticas, simultáneamente declaró que éstas no deberían alterar el papel del Movimiento ni el espíritu del régimen. A juicio de José Utrera Molina, Ministro-Secretario general del Movimiento en 1974, el discurso de Barcelona «representó una rectificación de sus posiciones anteriores. Tengo la impresión de que aquel giro, aquel cambio, se debió al consejo del Jefe del Estado [Franco], que en ningún momento revistió, a mi juicio, caracteres de imposición». Según Pío Cabanillas Gallas, Ministro de Información y Turismo, «desde ese instante ya no hay política de apertura».[35]
Notas
- ↑ "El nombramiento de Arias también es indicativo de la debilidad y la falta de visión de Franco, pues en lugar de escoger una personalidad militar más joven o un civil con mayor peso político dispuesto a garantizar la sucesión, es decir, el vicepresidente del gobierno, Fernández Miranda, o el almirante Pedro Nieto Antúnez, militar amigo de Franco y con experiencia de gobierno (aunque éste era cinco años mayor que Carrero), o incluso López Rodó, López Bravo o Fraga, se dejó arrastrar por su círculo familiar y por el 'entorno de El Pardo'" (Rodríguez Jiménez, 1997, pág. 421)
"La inclinación de Franco, una vez descartada la sustitución automática de Carrero por Fernández Miranda, fue la de nombrar a su viejo amigo, el almirante Pedro Nieto Antúnez [Pedrolo]. [...] El 22 de diciembre, Franco le notificó que sería el presidente y él aceptó de mala gana el cargo, como una orden. [...] La noche del 27 de diciembre de 1973, Franco se vio sometido a intensas presiones para que cambiara de parecer en favor del duro Arias Navarro... La presión fue ejercida por doña Camen y por el doctor Vicente Gil, a quienes respaldaban el general José Ramón Gavilán, segundo de la casa militar de Franco, y su ayudante el capitán Ucelay. [...] Tras las presiones de aquella noche, en la mañana del 28 de diciembre Franco notificó a Alejandro Rodríguez de Valcárcel que Arias Navarro sería su primer ministro diciéndole: «Pedrolo es casi tan viejo como yo y tiene los mismos problemas de memoria»" (Preston, 1998, págs. 944-945).
"De forma espontánea el candidato más evidente quizá fue para éste el almirante Nieto Antúnez, que llegó a estar preconizado e, incluso, convencido de que la Presidencia era suya. Tenía, sin embargo, setenta y seis años, y en las oscuras contiendas de la camarilla que decidía, alguien movió un documento contra su persona aludiendo a una supuesta colusión con escándalos económicos" (Tusell, 2007, pág. 257)
"El 24 de diciembre [el Príncipe Juan Carlos] se entrevistó con Franco sugiriéndole este nombre [Fernández Miranda] y el de Fraga, pero fue rechazada [la propuesta] por el Generalísimo. [...] Franco prefería la candidatura de Pedro Nieto Antúñez, el amigo de tantas jornadas, Pedrolo. [...] Cuando Girón y Valcárcel comprendieron que no iban a ser seleccionados, decidieron favorecer la candidatura de Arias, que era también la de doña Carmen... A las siete de la tarde del 27 Franco comunicaba a Valcárcel que su deseo era que Nieto figurara en la terna para poder designarlo. [...] Vicente Gil se encargó de atacar a Nieto Antúnez ante Franco. Todos los testimonios coinciden en que Franco, en una entrevista decisiva con Urcelay, recibió de éste informes tales que movieron al Generalísimo a desistir. El día 28... accedió a incluir el nombre de Carlos Arias en la terna..." (Suárez Fernández, 2007, págs. 729-730)
Referencias
- ↑ De Riquer, 2010, p. 706. "Los tecnócratas del Opus Dei perdían su influencia en el gobierno tras casi dieciséis años de presencia ininterrumpida, hecho que reflejaba hasta que punto su poder había dependido de la protección de Carrero Blanco"
- ↑ Tusell, 2007, p. 257-258. "De este modo quienes habían aparecido como abrumadoramente vencedores en 1969 se convirtieron en derrotados y esto incrementó la sensación de disgregación en el seno de la clase dirigente del régimen"
- ↑ Suárez Fernández, 2007, p. 731. "Franco no quería que López Rodó fuera relevado, pero los nuevos hombres fuertes hicieron de ello una custión radical y, a falta de candidato propio, entregaron la cartera a un miembro de gran prestigio en la carrera diplomática, son Pedro Cortina Mauri" [...] La preocupación fundamental era que todo el esquema político de los 'tecnócratas' había sido un perjuicio para el Régimen y tenía que ser sustituido por completo"
- ↑ De Esteban y López Guerra, 1977, p. 53-54. "Al fomentar el desarrollo económico, estaban haciendo imprescindible, a la larga, una modernización del Estado que le hiciera capaz de afrontar las obligaciones que la sociedad industrial exige"
- ↑ Moradiellos, 2000, p. 183.
- ↑ a b Gil Pecharromán, 2008, p. 302.
- ↑ De Riquer, 2010, p. 706-707.
- ↑ Preston, 1998, p. 946-947. "Fue obligado por Franco a designar a Utrera Molina... En la ceremonia de su investidura, estaba rodeado por una galaxia de celebridades del 'búnker': Arrese, Fernández Cuesta, Solís y Girón, de la Falange, y generales azules como Iniesta Cano y García Rebull"
- ↑ Suárez Fernández, 2007, p. 731-732. "Había en este Gobierno dos tendencias: la que apuntaba a un fortalecimiento de las estructuras del sistema, haciéndolo si acaso menos monárquico y menos clerical, y la que buscaba, en sentido contrario, la apertura desvinculándolo de algunos aspectos del pasado. [...] Católicos sinceros, todos o casi todos, los ministros compartían con Arias el recelo hacia la Conferencia Episcopal y los sectores más progresistas de la misma y desconfiaban de una manera especial de dos personas, monseñor Dadaglio, nuncio, y el cardenal Enrique y Tarancón, arzobispo"
- ↑ Rodríguez Jiménez, 1997, p. 421.
- ↑ Suárez Fernández, 2007, p. 739. "Arias había rechazado la sugerencia [de nombrar vicepresidente a Girón] para no convertirse en instrumento en sus manos"
- ↑ a b Preston, 1998, p. 947.
- ↑ Rodríguez Jiménez, 1997, p. 422.
- ↑ De Riquer, 2010, p. 707.
- ↑ a b Suárez Fernández, 2007, p. 736.
- ↑ Preston, 1998, p. 946.
- ↑ Moradiellos, 2000, p. 183-184.
- ↑ De Riquer, 2010, p. 707-708.
- ↑ De Riquer, 2010, p. 708.
- ↑ Suárez Fernández, 2007, p. 761.
- ↑ a b Moradiellos, 2000, p. 185.
- ↑ De Riquer, 2010, p. 708-709.
- ↑ a b Preston, 1998, p. 948.
- ↑ Suárez Fernández, 2007, p. 750-751.
- ↑ De Esteban y López Guerra, 1977, p. 87.
- ↑ Tusell, 2007, p. 260. "Lo sucedido dejaba claro qué rumbo seguían los sentimientos del presidente del Gobierno"
- ↑ De Riquer, 2010, p. 709. "El consejo de guerra contra Puig Antich, que fue descaradamente amañado con ocultación de pruebas y el rechazo de varios testigos, aún no ha sido revisado"
- ↑ De Riquer, 2010, p. 709-710.
- ↑ De Riquer, 2010, p. 710.
- ↑ Rodríguez Jiménez, 1997, p. 422-423.
- ↑ Moradiellos, 2000, p. 185-186.
- ↑ EL MUNDO. Pedro Calvo Hernando, "El espíritu del 12 de febrero"
- ↑ Arias Navarro a Barcelona, consultado el 14 de noviembre de 2021.
Bibliografía
- De Esteban, Jorge; López Guerra, Luis (1977). La crisis del Estado franquista. Barcelona: Labor. ISBN 84-335-3252-9.
- De Riquer, Borja (2010). La dictadura de Franco. Vol. 9 de la Historia de España, dirigida por Josep Fontana y Ramón Villares. Barcelona: Crítica/Marcial Pons. ISBN 978-84-9892-063-5.
- Moradiellos, Enrique (2000). La España de Franco (1939-1975). Política y sociedad. Madrid: Síntesis. ISBN 84-7738-740-0.
- Preston, Paul (febrero de 1983). «La crisis del franquismo (1969-1977)». Historia 16 (Madrid: Información y revistas S.A.) (Extra XXV - Historia de España, nº 13): 89-129. Consultado el 8 de febrero de 2013.
- — (1998) [1993]. Franco «Caudillo de España» [Franco. A Biography]. Primera edición en Mitos Bolsillo. Barcelona: Grijalbo Mondadori. ISBN 84-397-0241-8.
- Rodríguez Jiménez, José Luis (1997). La extrema derecha española en el siglo XX. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 84-206-2887-5.
- Suárez Fernández, Luis (2007). Franco. Crónica de un tiempo. VI. Los caminos de la instauración. Desde 1967 a 1975. Madrid: Actas. ISBN 978-84-9739-063-7.
- Tusell, Javier (2007). «El tardofranquismo». En Raymond Carr, ed. 1939/1975 La Época de Franco. Madrid: Espasa Calpe. pp. 239-286. ISBN 978-84-670-2627-6.