En la mitología griega Helicón era el dios que personificaba el monte homónimo, entre el Parnaso y el Citerón, en Beocia. Como la mayoría de los ourea, Helicón era hijo partenogénito de Gea, y se le representaba como un anciano con grandes barbas encaramado a las rocas de su cima.
Oto y Efialtes fueron sus primeros habitantes, y lo consagraron a las musas,[1] siendo por tanto un lugar muy utilizado para sus torneos de cantos y artes. En él tenían las nueve diosas dos fuentes consagradas: Aganipe[2] e Hipocrene,[3] y algunos templos a ellas dedicados, por lo que recibían el epíteto de heliconíadas.[4] El monte Helicón era también el hogar de numerosas ninfas, como las libétridas, que tenían allí una cueva consagrada. También fue el lugar donde pacía el caballo alado Pegaso y donde estaba el sepulcro de Orfeo.[5] Los tespios celebraban en el bosque sagrado del Helicón un festival anual en honor de las musas, y otro en el de Eros.[3]
Una vez que las musas se enfrentaron a Las Piérides su canto fue tan hipnotizador que incluso el cielo, las estrellas, el mar y los ríos se detuvieron a escucharlo. Extasiado por tal belleza, Helicón fue creciendo más y más hasta que Poseidón se dio cuenta y ordenó a Pegaso que lo detuviera golpeando con su pezuña la cima de la montaña.[6]
En una ocasión participó en un concurso de canto frente al monte Citerón, próximo a él. El canto de Citerón versaba sobre cómo Zeus había sido escondido para protegerlo de su padre, y recibió la mayoría de los votos de los dioses que formaban el jurado, así como sus bendiciones. Enfurecido por su derrota, Helicón arrancó una roca de la montaña, haciéndola retumbar, y quejándose lastimosamente la golpeó resquebrajándola en cientos de piedras, lo que explicaría la orografía de la zona.[7]
El río Helicón
También se denominaba Helicón a un río que nacía en el monte Olimpo y atravesaba Pieria, y a su correspondiente dios fluvial. Tras recorrer setenta y cinco estadios, el río desaparecía bajo tierra, volviendo a emerger más adelante, pero esta vez con el nombre de Bafiras para desembocar en el Egeo, junto a la ciudad de Díon. Los habitantes de ésta afirmaban que el río se sumergió en la tierra para que las asesinas de Orfeo no lavasen las manchas de sangre y se purificasen en sus aguas, pues no quería ser cómplice de este trágico asesinato.[8] Helicón (o Bafiras) fue el padre de las náyades piéridas, que habitaban en el monte del mismo nombre.