Protegida por una muralla de ladrillo de unos 10 metros de altura, Itchan Kala es la ciudadela del antiguo oasis de Jiva, última etapa de las caravanas antes de empezar la travesía del desierto con rumbo a Irán. Aunque ha conservado pocos monumentos antiguos, este sitio constituye un ejemplo coherente y bien conservado de la arquitectura musulmana del Asia Central. Entre los edificios notables destacan la mezquita Djuma y los dos magníficos palacios construidos a comienzos del siglo XIX por el kan Alla Kulli, así como varios mausoleos y madrazas. (UNESCO/BPI)[1]
Situada en la Ruta de la Seda, Bujará tiene más de 2.000 años de antigüedad. Es el ejemplo más completo de ciudad medieval existente en el Asia Central y su tejido urbano primigenio se ha conservado intacto en su mayor parte. Posee numerosos monumentos, entre los que destacan la célebre tumba de Ismail Samani, obra maestra de la arquitectura musulmana del siglo X, y varias madrazas del siglo XVII. (UNESCO/BPI)[2]
El centro histórico de Shakhrisyabz cuenta con edificios monumentales y una serie de barrios antiguos que son testigos de su historia secular, y más concretamente del periodo de su apogeo bajo el reinado de Amir Temur y los timúridas (siglos XV y XVI). (UNESCO/BPI)[3]
La ciudad histórica de Samarcanda fue una encrucijada y un crisol de culturas del mundo entero. Fundada en el siglo VII a.C. con el nombre de Afrasyab, alcanzó su apogeo en los siglos XIV y XV bajo los timúridas. Entre sus principales monumentos destacan la mezquita y las madrazas del Registán, la mezquita Bibi-Khanum, los conjuntos arquitectónicos de Shah i-Zinda y Gur i-Emir, y el observatorio de Ulugh-Beg. (UNESCO/BPI)[4]
Este sitio transnacional de Asia Central se encuentra en la cadena montañosa de Tien-Shan, una de las siete mayores del mundo. Los diferentes elementos de su sistema montañoso tienen altitudes que varían entre 700 y 4.503 metros. Se trata de un sitio con gran diversidad de paisajes que albergan una biodiversidad excepcionalmente rica. La región de Tien-Shan occidental es importante en el plano mundial como centro de origen de varias especies de árboles frutales cultivados así como por su gran diversidad de tipos de bosque y por sus asociaciones únicas de plantas.Este sitio transnacional de Asia Central se encuentra en la cadena montañosa de Tien-Shan, una de las siete mayores del mundo. Los diferentes elementos de su sistema montañoso tienen altitudes que varían entre 700 y 4.503 metros. Se trata de un sitio con gran diversidad de paisajes que albergan una biodiversidad excepcionalmente rica. La región de Tien-Shan occidental es importante en el plano mundial como centro de origen de varias especies de árboles frutales cultivados así como por su gran diversidad de tipos de bosque y por sus asociaciones únicas de plantas. (UNESCO/BPI)[5]
Múltiples ubicaciones: Reserva de la Biosfera de Ugam-Chatkal.
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Uzbekistán, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 19 de febrero de 2010,[6] ha presentado los siguientes sitios:
Los sitios que siguen estuvieron anteriormente en la lista Indicativa, pero fueron retirados o rechazados por la UNESCO. Los sitios que aún se incluyen en otras entradas en la lista Indicativa o que fueron aceptados y son parte de sitios del Patrimonio Mundial no se incluyen aquí.[7]
Bien inmaterial inscrito en 2008 (originalmente proclamado en 2001).
El distrito de Boysun, que se encuentra en la ruta entre Asia Menor y la India, es una de las regiones más antiguamente pobladas de Asia Central. El declive de la Ruta de la Seda y los trastornos políticos de Asia Central han contribuido al aislamiento de la región. Estas circunstancias han favorecido la preservación de tradiciones antiguas, impregnadas de diversas religiones, como el chamanismo, el zoroastrismo, el budismo y el islam. Actualmente, el distrito tiene una población de unos 82.000 habitantes.
Todavía perviven numerosos rituales tradicionales: la víspera de Navruz, durante la fiesta de la primavera, se celebra el ritual de la siembra, con ofrendas de alimentos. También subsisten los ritos familiares: 40 días después de un nacimiento, se ahuyenta a los malos espíritus con fuego y ceniza, luego se circuncida al bebé, lo que es una ocasión para organizar combates de cabras y diversos juegos, como la lucha o las carreras de caballos. También hay ritos chamanistas matrimoniales, funerarios y curativos. Entre las tradiciones populares, hay cantos rituales asociados a las fiestas anuales, melodías pastorales, leyendas épicas y danzas. Hay cantos líricos sobre la naturaleza, acompañados por instrumentos de viento o de cuerdas. El conjunto de música folclórica Shalola ha compilado canciones populares y consignado los instrumentos y los trajes tradicionales. Los miembros del grupo también han compilado leyendas, epopeyas y viejas melodías en los pueblos.
El modelo cultural de la época soviética apenas dejaba lugar para la expresión cultural y artística de Boysun. Hoy, resulta esencial apoyar a las comunidades facilitándoles instrumentos de música y material técnico para documentar sus diversas expresiones culturales. (UNESCO/BPI)
Durante más de diez siglos, la tradición del shashmaqom se cultivó en los centros urbanos de una zona de Asia Central llamada en aquella época Mâwarâ al-nahr, región que corresponde actualmente a Tayikistán y Uzbekistán.
El shashmaqom (literalmente: “seis maqams”) es una mezcla de música vocal e instrumental, de lenguajes melódicos y rítmicos, y de poesía. Se interpreta en solo o por un grupo de cantantes acompañados de una orquesta de laúdes, vihuelas, tambores y flautas. Las interpretaciones suelen comenzar con una introducción instrumental seguida del nasr, que es la parte vocal más importante y está compuesta por dos grupos de cantos.
El shashmaqom se remonta a la época preislámica. A lo largo de su historia, se ha visto influenciado por la evolución de la teoría musical, la poesía, las matemáticas y el sufismo. El sistema del maqam era tan popular en los siglos IX y X que se crearon numerosas escuelas de música en la ciudad de Bujará, centro histórico y espiritual del shashmaqom. El repertorio de este género requiere de los músicos una formación especial, pues el sistema de notación clásico sólo proporciona el marco general. Así pues, la transmisión oral de maestro a discípulo sigue siendo el principal medio para preservar esta música y sus valores espirituales.
A partir de los años 1970, la mayoría de los músicos más famosos del shashmaqom emigraron a Israel o a los Estados Unidos. Sólo algunos intérpretes han conservado los estilos locales que les habían enseñado profesores independientes. Con la desaparición de muchos maestros de shashmaqom, la gran mayoría de artistas actuales de Tayikistán y Uzbekistán son alumnos procedentes del conservatorio de Tashkent, que imparte cursos de composición. (UNESCO/BPI)
El katta ashula
Bien inmaterial inscrito en 2009.
El katta ashula –literalmente: “gran canto”– es un modo tradicional de cantar que forma parte integrante de la identidad de varios pueblos del valle del Fergana, en Uzbekistán, donde viven también tayikos, uigures y turcos, y de algunas regiones del Kirguistán, el Tayikistán y el Kazajstán. El katta ashula es un género original en el que se unen el arte escénico, el canto, la música instrumental y la poesía oriental, así como algunos ritos sagrados. Sus temas son muy variados –desde el amor hasta las visiones filosóficas y teológicas del universo y la naturaleza– y las improvisaciones están permitidas. Transmitido oralmente de generación en generación y de maestros a discípulos en el transcurso de un aprendizaje exigente, el katta ashula es interpretado por cinco cantores como máximo y dos como mínimo. Hoy en día no sólo es una expresión importante de la identidad cultural uzbeka, sino que además puede propiciar el diálogo con otras culturas. Para que esta tradición perdure, las actividades, festivales y certámenes ya organizados por el gobierno de Uzbekistán y las autoridades locales se reforzarán con programas de transmisión a los jóvenes y una labor de investigación (creación de bases de datos, organización de seminarios, edición de publicaciones, etc.). (UNESCO/BPI)
La festividad del Año Nuevo suele ser una efeméride en la que las personas expresan sus deseos de prosperidad y renuevo de sus vidas. En numerosas regiones de Afganistán, Azerbaiyán, India, Irán, Iraq, Kazajstán, Kirguistán, Pakistán, Tayikistán, Turkmenistán, Turquía y Uzbekistán, este acontecimiento se celebra el 21 de marzo y recibe las denominaciones Nauryz, Navruz, Nawruz, Nevruz, Novruz, Nowruz o Nuruz, que tienen la misma significación de “día nuevo” en las distintas lenguas de esos países. Durante unas dos semanas tienen lugar diversas celebraciones de ritos, ceremonias y eventos culturales. Una importante costumbre tradicional característica de este periodo es la de reunirse para comer con la familia y allegados en torno a una mesa ornada con objetos que simbolizan la pureza, la luminosidad, la vida y la prosperidad. Los participantes en las celebraciones se engalanan con prendas de vestir nuevas y visitan a sus vecinos y parientes, especialmente a los más ancianos. También se hacen regalos –sobre todo a los niños– que suelen consistir en objetos fabricados por artesanos. En esta festividad del Año Nuevo se representan espectáculos callejeros de música y danza, se celebran ritos del agua y el fuego en público, se organizan competiciones de deportes tradicionales y se fabrican diversos objetos artesanales. Todas estas costumbres tradicionales, que las generaciones de más edad transmiten a las más jóvenes mediante la observación y la participación en ellas, contribuyen a fomentan la diversidad cultural y la tolerancia, así como a fortalecer el sentimiento de solidaridad y las relaciones pacíficas en las comunidades. (UNESCO/BPI)[8]
Género específico del arte oratorio popular uzbeko, el “askiya” reviste la forma de un diálogo entre dos o más participantes que intercambian propósitos ingeniosos sobre un tema determinado. Los depositarios y practicantes de este arte popular son esencialmente hombres que deben dominar las características específicas del idioma uzbeko, así como saber improvisar y razonar con habilidad y rapidez recurriendo al humor y a las bromas. Aunque los diálogos revisten una forma jocosa, cumplen un papel inestimable en la sensibilización a los acontecimientos y tendencias de la vida social y atraen la atención sobre cuestiones importantes, gracias a una observación aguda de los hechos de la vida diaria. El “askiya” se practica a menudo con motivo de la celebración de festividades, festejos populares, rituales familiares y reuniones organizadas en los pueblos y ciudades de Uzbekistán. Hasta la fecha se han catalogado más de treinta variantes del “askiya” con características distintivas propias, que son practicadas por profesionales o aficionados. Los conocimientos y competencias relacionados con este arte oratorio se transmiten entre individuos, grupos y comunidades con métodos de aprendizaje tradicionales basados en la relación maestro-aprendiz. El “askiya” pone de relieve la importancia del humor, facilita una comunicación fácil entre las personas y agrupa, en torno a un evento común, a los representantes de diversas comunidades, sean cuales sean sus edades e itinerarios vitales. También posee un importante componente pedagógico, ya que recurre al humor para enseñar a la gente a permanecer atenta a su entorno y analizar las dificultades y problemas de la vida diaria, fomentando así el desarrollo cultural y social. (UNESCO/BPI)
En Uzbekistán hay un proverbio que dice que un huésped no puede irse de la casa de su anfitrión sin que se le haya ofrecido el palov, un plato tradicional preparado y consumido en común en todas las comunidades rurales y urbanas del país. Cocinado con arroz, carne, verduras y especias, se consume regularmente en los hogares, pero también se ofrece a los huéspedes como gesto de hospitalidad, se sirve en acontecimientos especiales como las celebraciones del Año Nuevo o las bodas y se prepara para dar de comer a los necesitados, e incluso para rendir homenaje a los familiares difuntos. La preparación y el consumo del palov pueden acompañar también algunos eventos tradicionales, ya sean rituales religiosos de plegarias o conciertos de música popular. Este plato lo preparan tanto hombres como mujeres de todas las edades y condiciones sociales. Las prácticas y los conocimientos vinculados a esta práctica cultural los transmiten las personas de más edad a las generaciones jóvenes de modo formal e informal, ya sea por conducto del sistema clásico maestro-aprendiz o en centros de enseñanza profesional. También se transmite mediante demostración y participación en el seno de las familias y entre colegas o amigos, así como en instituciones comunitarias u organizaciones religiosas. La preparación y el consumo en común de este plato tradicional permiten fortalecer los vínculos sociales, promover valores importantes como la unidad y la solidaridad, y perpetuar tradiciones locales que forman parte integrante de la identidad cultural de las comunidades. (UNESCO/BPI)[10]