La poesía judía, que hunde sus raíces en las escrituras de la Biblia, es la creación literaria en ese género realizada por judíos, y se construye con una particular métrica fundada en el paralelismo semántico y el ritmo acentual.
El concepto de divinidad
Según Georg Hegel, es en la poesía judía donde aparece, por primera vez, la presencia de un Dios formado solamente por su espíritu, invisible e incorpóreo, opuesto a la Naturaleza. El Universo, a pesar de su "riqueza y magnificencia", es subsidiario de Dios y, como creación suya, "no existe sino para manifestarlo y glorificarlo". La poesía religiosa, en tanto arte santo, cumple también con su papel de glorificar al Creador.
La existencia autónoma de Dios, su inaccesibilidad a los sentidos y su condición de señor del Universo es una idea dominante en la poesía judía. Dios es aquel ser que, con el solo auxilio de su voluntad, sin apelar a rituales ni a acciones, ordenando, simplemente, que se hiciera la luz para que la luz fuera hecha, el Dios glorificado en la poesía hebrea, un Dios que es la voluntad pura, la palabra y el pensamiento puros. Lo temporal, el Universo y el Hombre, en tanto opuestos esencialmente a Dios, no pueden ser divinos.
El Hombre, a pesar de no ser divino, es poseedor de la libertad. La voluntad divina le muestra la ley, la diferencia entre el bien y el mal, y está en la mano del Hombre la decisión acerca de qué camino tomará. De sus decisiones, dependen el mérito o demérito, y a partir de éstos, se impone la justicia en forma de beneficios, recompensas, pruebas o castigos, que se experimentan en vida. La persona que vive de acuerdo a la ley de Dios, consigue relacionarse con él.
Estas ideas están expresadas en los Salmos, en Profetas y, en general, por toda la Biblia.
Referencias
Hegel, Georg W. Friedrich (2003). Lecciones sobre la Estética. Madrid: Mestas Ediciones. pp. 144-146. ISBN 8495994410.