Contenido sin relevancia
El siguiente contenido tiene poca relevancia para el artículo, pues habla sobre cómo se manejaban las órdenes mercedarias en la región suroccidental del país, pero apenas menciona al municipio. Por favor, no volver a incluir el contenido hasta no haber corregido el problema mencionado. -- Edgouno (Buzón) 04:31 18 abr 2019 (UTC)
- Doctrina mercedaria
- Joseph Antonio Colomo de 35 años de edad, originario del Écija, Valle De Écija cura y cronista del período hispánico 1770 Siglo XVII encargado de los Municipios de San Juan Ostuncalco, Concepción Chiquirichapa, San Martín Chile Verde, San Miguel Sigüilá, Cajolá, ubicados en un mismo Valle, como también todos los que cubría el Curato, como Cabricán, Écija en el Valle De Écija, Sibilia (Quetzaltenango), Huitán, San Francisco La Unión, Río Blanco (San Marcos) etc. (ver Mapa).
Luego de la conquista española en la década de 1520, en 1565 se creó la Provincia mercedaria de la Presentación de Guatemala; originalmente los mercedarios habían obtenido del obispo Francisco Marroquín varios curatos en el valle de Sacatepéquez y Chilmatenango, pero los cambiaron con los dominicos por el área de la Sierra de los Cuchumatanes.[1] Durante la primera parte del siglo xvii tenían a su cargo la evangelización de algunos pueblos alrededor de la ciudad de Santiago, que con el paso del tiempo pasaron a formar parte de la ciudad; dichos pueblos fueron Espíritu Santo, Santiago, San Jerónimo y San Anton —que funcionaba como la cabecera de su encomienda y vicaría y en donde estaba el convento que tenían los mercedarios y que asitía el comendador, cura y coadjudtor de la orden.[1]
La corona española se enfocó en la catequización de los indígenas. Las congregaciones fundadas por los misioneros reales en el Nuevo Mundo fueron llamadas «doctrinas de indios» o simplemente «doctrinas». Originalmente, los frailes tenían únicamente una misión temporal: enseñarle la fe católica a los indígenas, para luego dar paso a parroquias seculares como las establecidas en España; con este fin, los frailes debían haber enseñado los evangelios y el idioma español a los nativos. Ya cuando los indígenas estuvieran catequizados y hablaran español, podrían empezar a vivir en parroquias y a contribuir con el diezmo, como hacían los peninsulares.[2].
Pero este plan nunca se llevó a cabo, principalmente porque la corona perdió el control de las órdenes regulares tan pronto como los miembros se embarcaron para América. Protegidos por sus privilegios apostólicos para ayudar a la conversión de los indígenas, los misionares solamente atendieron a la autoridad de sus priores y provinciales, y no a la de las autoridades españolas ni a las de los obispos. Los provinciales de las órdenes, a su vez, únicamente rendían cuentas a los líderes de su orden y no a la corona. Una vez habían establecido una doctrina, protegían sus intereses en ella, incluso en contra de los intereses del rey y de esta forma las doctrinas pasaron a ser pueblos de indios que se quedaron establecidos para todo el resto de la colonia.
Las doctrinas fueron fundadas a discreción de los frailes, ya que tenían libertad completa para establecer comunidades para catequizar a los indígenas, con la esperanza de que las comunidades pasaran con el tiempo a la jurisdicción de una parroquia secular a la que se le pagaría el diezmo. En realidad, lo que ocurrió fue que las doctrinas crecieron sin control y nunca pasaron al control de parroquias; se formaron alrededor de una cabecera en donde tenían su monasterio permanente los frailes y de dicha cabecera salían los frailes a catequizar o visitar las aldeas y caseríos que pertenecían a la doctrina, y que se conocían como anexos, visitas o pueblos de visita. Así pues, las doctrinas tenían tres características principales:
- eran independientes de controles externos (tanto civiles como eclesiásticos)
- eran administradas por un grupo de frailes
- tenían un número relativamente grande de anexos.[2]
La administración colectiva por parte del grupo de frailes eran la característica más importante de las doctrinas ya que garantizaba la continuación del sistema de la comunidad en caso falleciese uno de los dirigentes.[3]
Según la relación del obispo Juan de las Cabezas en 1613[4] y las actas de visita pastoral del arzobispo Pedro Cortés y Larraz en 1770,[5] los mercedarios llegaron a tener a su cargo nueve doctrinas, y sus muchos anexos, que eran: Santa Ana de Malacatán, Concepción de Huehuetenango, San Pedro de Solomá, Nuestra Señora de la Purificación de Jacaltenango, Nuestra Señora de la Candelaria de Chiantla, San Andrés de Cuilco, Santiago de Tejutla, San Pedro de Sacatepéquez, San Juan de Ostuncalco y Écija.[6]
En 1754, debido a las reformas borbónicas impulsadas por la corona española, los mercedarios y el resto del clero regular tuvieron que transferir sus doctrinas y curatos al clero secular, por lo que la orden perdió su doctrina en San Juan Ostuncalco.[7]
- ↑ a b Juarros, 1818, p. 336.
- ↑ a b van Oss, 1986, p. 53.
- ↑ van Oss, 1986, p. 54.
- ↑ Pérez, 1966, p. 44.
- ↑ Cortés y Larraz, 1770.
- ↑ Pérez, 1966, p. 44-45.
- ↑ Juarros, 1818, p. 338.